martes, 1 de diciembre de 2009

Prólogo del Libro de laJornadaNacional sobre Violencia (Dic. 2005) por Lic Clelia Bercovich.

El concepto de “violencia de género” genera aún polémica, También suele producir rechazo abierto y manifiesto. Si se habla de violencia doméstica, se acepta que las mujeres resultan mayormente afectadas como conjunto social, pero, no suele reconocerse que esta modalidad frecuente, forme parte una serie de fenómenos sociales, en los que en virtud de su género, las mujeres ocupen una posición subordinada tanto en el mundo público como en el privado.

Las maniobras discriminatorias, opresivas y aún letales - la muerte de mujeres de la violencia doméstica o el tráfico de niñas para prostitución y el turismo sexual, forman parte de esa historia - , en la que todavía se soslaya reunir los diferentes fenómenos en una comprensión global. Indudablemente realizar esa operación podría llegar a resultar lesiva- si generara impacto - sobre todo un orden de valores y privilegios existentes.

Horrores e inequidades de raigambre ancestral conviven en nuestra sociedad moderna junto con el progreso, los avances tecnológicos, la información y la transformación de las ideas. Este mundo plural y heterogéneo sigue conservando ingredientes patriarcales que no permiten visibilizar la violencia de género, y justamente de este “transcurrir invisible”, es lo que este libro viene a dar cuenta.

La “identidad de género” es el resultado a través de milenios, de un procesamiento cultural tanto individual como colectivo en el que el conflicto entre los sexos fue constituyendo la materia viva de pactos y alianzas que “ como la espuma del mar al mar profundo” resultan sólo la superficie de una historia patriarcal de poder, dominio y control que incluye su propia resistencia. En ese devenir se construyen las subjetividades genéricas.

Si bien han perdido algo de su inquietante efecto - en su esfuerzo por imponer el género como una nueva categoría de análisis - las tersas producciones del feminismo de mediados de los setenta y los ochenta descorrieron el velo que ocultaba la vida privada y revelaron la cotidianeidad de sus actores. Así, surgieron materiales teóricos e investigaciones que describían el día a día de las relaciones familiares, pudiéndose reconocer a la familia moderna- el bastión sagrado e intocable de la sociedad- como uno de los lugares privilegiados para las inequidades basadas en el género. Resultaba una fortaleza inexpugnable y oculta en la que se desplegaban las conductas violentas hacia las mujeres.

La proliferación de estudios fue configurando una masa crítica de aportes que permitieron observar acabadamente que los argumentos con los que se maltrata a una mujer en la instancia privada, abrevan en la cultura. Los mensajes discriminatorios o descalificatorios basados en el género se podían reconocer en los medios masivos de comunicación, en la publicidad, en el discurso público y en las disposiciones legales. Sólo era necesario darse a la tarea de descubrirlo en cada caso.

De todos modos, la denuncia pública ha sido insuficiente. La reproducción cultural perpetúa las jerarquías y las diferencias sobre la base del imaginario social, mediante la permanencia de los modelos de "lo masculino" y "lo femenino" como asimétricos y correspondientes. Los niños y niñas van ocupando los lugares prefijados “según el género”, con variantes de acuerdo al tipo de cultura y la época. En la modernidad, los estereotipos siguen “aggiornándose” a través de nuevos ropajes; aún en las nuevas configuraciones familiares – sobrevivientes de las constantes transformaciones sociales emergentes de la nueva hora- se puede constatar la vigencia de la perspectiva jerárquica de la reproducción de la diferencia. Los roles asignados al género siguen adheridos y fijados al imaginario social.

Entender la violencia doméstica desde esta mirada, es comprenderla como una cristalización emanada de la lucha entre los sexos, como un proceso dinámico que encierra la pretensión de la supremacía de uno sobre otro.

Desde esta perspectiva, resulta en parte comprensible entender por qué no se denuncia. Rasgar los velos de la privacidad y exponer a otros los secretos celosamente guardados al interior de un lugar entronizado como sagrado, es ir contra corriente. Resulta indudablemente doloroso, permitir que otras instituciones sociales penetren en el mundo de la “propiedad privada”, el de la intimidad, de las costumbres, los valores y los sueños. Haber aceptado una propuesta supuestamente “imbatible”: alinearse en sintonía con un orden histórico garante de “la felicidad”, ofreciendo el propio destino individual en aras de un libreto convencionalmente instituido y terminar poniendo en riesgo la vida, en su más amplio concepto.

Sin duda resulta inevitable la polémica acerca de cuáles son las transacciones, las intermediaciones y las alianzas entre los géneros que dramatizan los actores sociales. No investigarlas, supondría mantener un planteo unilineal y un cese de la interrogación. Toda historia de opresión incluye su resistencia, pero ésta no se despliega de manera unívoca.

El amor romántico que amenaza terminar en tragedia, no es el único protagonista de la violencia doméstica. Existe una amplia gama de uniones violentas en las que se observa el patrón que diferenciamos de otras modalidades de violencia. Por ejemplo, al calor de la globalización y la concentración de la riqueza, conjuntos enteros de población fueron arrojados sin paracaídas al zanjón oscuro de la pobreza estructural y se desdibujan formas tradicionales de agrupamiento y vinculación. Historias “de borde”, que transcurren entre los límites de la supervivencia, en el desamparo sistemático. No suelen venir a la consulta; sin embargo, cuando llegamos a ellos, nos encontramos con el hecho de que se puede reconocer el patrón de la supremacía de género como justificación del maltrato y el abuso. La categoría de análisis sigue siendo pertinente aún cuando las formas de vinculación aparecen transformadas y distantes de la organización familiar tradicional.

En los relatos de las víctimas, la violencia aparece como ese juego anacrónico y siniestro, - adjetivos que hemos escuchado y que tan justamente lo definen: un escenario predecible, monótonamente reiterado, casi tedioso si no fuese por el horror que conlleva, el riesgo de peligro inminente y fatal que campea en la escena. Detrás de cada suceso violento está presente la amenaza de aniquilación física y/o subjetiva..

Si bien resulta difícil superar los escollos ancestrales para “hacer público lo privado“, en un estado de situación en el que las víctimas no cuentan con mecanismos y recursos suficientes que brinden la contención necesaria y global que se requiere, denunciar resulta casi una proeza.

Partiendo de la base del conocimiento de las medidas necesarias, los trabajos presentados en este libro enfocan diversas cuestiones tales como ponderar los recursos legales existentes, ampliar el concepto de violencia, analizar el despliegue de formas de violencia abierta y encubierta en el ámbito público, considerar la desprotección legal, los efectos emocionales en la salud y aspectos éticos de los profesionales que asisten los casos; así como también profundizar en la subjetividad masculina, abriendo nuevos interrogantes que conducen al crecimiento teórico y práctico de la temática.

En nuestro país hay un hiato considerable entre lo existente y aquello con lo que es necesario contar. Cuando recogemos, junto a los afectados, los pedazos rotos de los vínculos, lo hacemos sabiendo que brindamos “ una parte de un todo” al que aspiramos; que no basta con diagnosticar: el contexto entero de la asistencia resulta “fragilizado”, si lo que se reconoce como un flagelo mundial no es enfrentado con los recursos necesarios: planes globales para la erradicación de la violencia de género - de prevención, asistencia y capacitación -, refugios distribuidos en todo el país, leyes adecuadas que permitan actuar con rapidez y eficiencia etc.

Sin embargo, a pesar de esta realidad, cada paso hacia adelante: una nueva medida que se implementa, un refugio que se abre, una investigación que incluye datos sobre incidencia o que aporta a la ampliación del marco teórico, nos alienta a seguir en el camino. Si bien la violencia de género viene reproduciéndose desde la noche de los tiempos, las transformaciones de la cultura y de las subjetividades hacen que la violencia de género no sea “aquello de lo que no se habla”. Estos trabajos son testimonio de que seguimos la apuesta de vivir en un mundo más justo y equitativo.

Prólogo del Libro de laJornada Nacional sobre sobre Violencia de Género". Fundación Alicia Moreau de Justo. Bs. As. Diciembre 2005
Comps. Graciela González/ AdrianaPancer.

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