viernes, 25 de febrero de 2011

El equipo de atención de violencia de género en la ONG

l equipo de Salud Mental en la ATENCION DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA ONG
(Reflexiones desde la trinchera)
Por Clelia Bercovich.
El modelo de abordaje para la atención de la violencia doméstica fue implementado inicialmente por ONGs de mujeres en Argentina a inicios de los ochenta y fue asimilado más adelante por el estado. Violencia Doméstica hacia la mujer, discriminación social y subordinación del colectivo de las mujeres (en el ámbito social, forman parte de la llamada “Violencia en base al género”.
Existen fenómenos subyacentes, de tipo representacional y simbólico que obstaculizan los avances, que deben materializarse en programas política y económicamente sostenidos para contar con refugios, recursos materiales y campañas permanentes de sensibilización y concientización. Esto no sucede.
La subestimación teórica y política respecto de este tema - y su banalización- aún se hallan vigentes. Buena parte de las expectativas se vuelcan sobre los espacios asistenciales de las ONG, las que aún contando con valioso material humano especializado, funcionan de manera precaria por falta de apoyos tanto públicos como privados
En los ochenta, el trabajo a pulmón de las ONGs que asistían la violencia doméstica se surtía de una masa de trabajos críticos del psicoanálisis tradicional, en producciones académicas que incorporaban nuevas visiones sobre la construcción de la subjetividad de las mujeres. El trabajo voluntario, motorizado por utopías - crear un mundo más justo y democrático para los géneros- daba legitimidad, en tanto las profesionales se sostenían económicamente con el propio trabajo privado de sus consultorios. Había mucho por hacer para “sensibilizar y concientizar en el tema”. En ese punto del transcurrir-se, teoría y práctica no presentaban contradicciones. La violencia de género era uno de los emergentes más claros de un ancestral poder patriarcal que debía ser develado, descubierto y denunciado. La tarea era otorgadora de sentido y brindaba legitimación tanto a la organización como a sus integrantes.
Los tiempos han cambiado, las “góndolas posmodernas” ofrecen ahora muchas teorías alternativas -ni tan totalizadoras ni tan tersas- pero, como no podría ser de otro modo, quiebran el dogmatismo de lo Unívoco. Cierta dosis de desconcierto es inevitable.
¿Qué nos sostiene ahora?
El fenómeno de la atención de la violencia de género al interior de una ONG no ha sido estudiado con frecuencia. Nos referimos a variables en juego, obstáculos y transformaciones, contexto y condiciones de producción de las tareas. Tampoco se han descripto suficientemente los esfuerzos cotidianos para sobrevivir por parte de estos grupos de trabajo con tareas dirigidas a la comunidad. Mis apuntes en el tema provienen de reflexiones de las reuniones de equipo, y post reuniones de equipo y se refieren a contexto de trabajo, metas y cambios y conflictivas, malestares, fracasos, obstáculos, desánimo y esperanzas, y también ,-- por qué no decirlo-- una reiterada confirmación : la magia que aún conserva el trabajo en función de la comunidad.

¿Cuáles son los sustentamientos subjetivos de las profesionales psicólogas para ejercer la pesada tarea de lidiar con el horror y lo siniestro en un marco de desestimación política del tema, falta de retribución económica y valoración de su trabajo? ¿Cómo se sobrevive material y subjetivamente en un escenario donde las ONG de mujeres se transforman - y dejan de investir a quienes en la práctica “se las ven cotidianamente” con las afectadas en riesgo? ¿Cuál la mística del ejercicio profesional en las ONGs en el marco de los cambios de las políticas institucionales que no privilegian dicha asistencia?

Los cambios en el campo teórico-político del abordaje de la violencia de género relegaron la atención desde un inicial “serlo todo” en el tema, a constituirse en una instancia anacrónica y carente de mérito. El personal, aunque altamente capacitado, muestra diferencias en la formación específica que, de pronto, resultan “inadmisibles”, cuando “antes” no se estudiaron exhaustivamente las estrategias metodológicas o herramientas teórico técnicas.
Si no se analiza la inserción del grupo de trabajo de asistencia dentro de las nuevas variables en la ONG se empuja hacia el “retorno” del viejo modelo de “lo privado” del que salió cuando legitimaron en conjunto la vía institucional como modelo válido para el abordaje del tema.
Si el equipo de asistencia se aísla o resulta aislado del contacto con “el mundo exterior”- por considerarse su tarea tanto “especial” como “obsoleta”- puede terminar en estado de “revuelta incipiente”, cargado de malestar y resistencia. Apoyándose únicamente en su profesionalización, el ejercicio resulta asfixiante. El sector que contiene a las mujeres afectadas por el flagelo de la violencia doméstica separado de las bases ideológicas, políticas y de los procesos de gestión institucional se identifica con las afectadas: a la devaluación que trae la mujer víctima se suma la de sus terapeutas.
Uno de los recursos que aparecen en el imaginario de la institución es “volver a las bases históricas fundacionales” a la manera de un caracol que se repliega frente a las amenazas. Retrocede la capacidad de visión y prospectiva; el fermento de la rebelión de las integrantes desplazadas y aisladas busca algún sentido de existencia . Se trae a la memoria el “aspirar a lo que fuimos” o sea, siempre “arde la antorcha del voluntariado”, manteniéndose una cuota de idealización en la “entrega altruista”, valor típico y ancestral del estereotipo femenino tradicional. Como es de suponer, esta perspectiva no prospera.

Coexisten en el espacio asistencial el discurso voluntarista, el discurso psicoanalítico, su meritocracia y sus emblemáticas; las representaciones de la práctica privada; la memoria militante; polémicas sobre quienes pueden o están habilitadas para desarrollar acciones. Las integrantes de una ONG se encuentran inmersas en un verdadero “cajón de sastre”. Ese escenario es un genuino generador de stress y alta conflictividad, ocasionando verdadero sufrimiento en los integrantes del equipo, al que se suma la atención la violencia, el contacto con el horror y lo siniestro.

Las contradicciones emergentes de los cambios en las cuestiones institucionales, dan lugar, a veces, a formas anárquicas y contradictorias como por ejemplo:
Se emplea una lógica cooperativa y participativa en los intercambios verbales.
En cambio, en las gestiones interinstitucionales, se expresa un sesgo ndividualista y personalista de los logros. El doble discurso se generaliza. Hay confusión entre lo que se dice y lo que se hace y desconfianza gneral. . Buena parte de la energía libidinal destinada al trabajo específico se ubica en la ONG en la preocupación para subsistir. Aún cuando los recursos humanos profesionalizados lleven años de experiencia en el tema -que manejan con solvencia teórica y técnica y una pertenencia institucional sólida- esto no significa que estén preparados, capacitados o habilitados por su quehacer específico para transitar los andariveles de los procesos de gestión. La historia y/o el direccionamiento de la política institucional en la ONG las coloca por fuera de la práctica de la autonomía para la generación de contactos extra-institucionales.

Los conflictos al interior del equipo pueden centrarse en las diferencias de poder que se establecen y de "privilegios" simbólicos y o reales que se manifiestan a partir del hallazgo de recursos o facilitaciones. Con el ingreso de subsidios o fuentes de financiamiento, se producen fragmentaciones al interior de los equipos y se vuelve necesario elaborar los sentimientos de discriminación o exclusión y el reconocimiento de diferencias entre los miembros.
El desempeño creativo y la propia valoración se afectan por el malestar institucional: la fragmentación puede ser la resultante de las luchas internas y la competitividad.
La eficiencia en la capacidad de gestión otorga afirmación operando en la estructura La capacidad de gestión, en la tensión Sujeto/Grupo triunfa sobre el enaltecimiento del altruismo de otrora.
En el espacio asistencial de la Ong se pueden detectar representaciones y percepciones de quienes han transitado- como en mi caso- la de atención de consultantes en violencia doméstica:
1) Referidas a presiones y demandas diversas (institucionales, económicas, de las consultantes, de la justicia, de las escuelas etc.).
2) de los grados de afectación por las bajas condiciones de seguridad de contexto.
3) Registros internos silenciados de desamparo, fragilidades correspondientes a la falta de recursos generales respecto de la atención, en la medida en que se funciona como “la parte por el todo necesario para asistir” (por ejemplo no hay vigilancia y las parejas violentas pueden merodear por la zona).
Heroínas en la trinchera
La falta de marcos de apoyo externo e interno de la tarea asistencial fomenta el aislamiento del grupo de las prestadoras, puede provocar un reforzamiento de la concepción de “heroicidad en la trinchera” de lo asistencial y de resignación en la lucha por mejores condiciones, entre ellas, eliminar el riesgo objetivo de consultantes y prestadoras.
Recomendaciones. Las prácticas saludables.
- Un equipo de atención de la violencia de género que asiste desde una ONG debe analizar permanentemente sus condiciones objetivas y subjetivas de existencia, su ideología y marco teórico al interior de la institución y su relación con otros sectores de la institución revisando sus competencias, deberes y derechos, el interjuego de roles, ideales, metas, historia, expectativas pasadas y presentes.
- El reconocimiento de factores de contexto silenciados y sus efectos: “la parte que se brinda no es el todo que se necesita” es el concepto que no debe dejar de tenerse en cuenta pues permite bajar a tierra y reducir la omnipotencia de las prestadoras.
- La uniformidad de criterios de funcionamiento se debe reflejar en el uso de un protocolo consensuado.
- Las diferencias personales y conceptuales son probables fuentes de crecimiento para el grupo de trabajo
- El ejercicio de la producción teórica y técnica también protege de efectos nocivos del “heroísmo en la trinchera”.
- La conducción debe estimular las fortalezas, iniciativas y creatividad y promover la salida del aislamiento individual y/o colectivo que suele revestirse de omnipotencia.
- Los equipos de trabajo deben realizar análisis periódicos con un analista psicólogo institucional para preservar a sus integrantes, elaborar los cambios y contener el stress que el mismo funcionamiento genera, fomentando la creatividad del grupo de trabajo.
lic. Clelia Bercovich.
Experta en Violencia en base al Género
Buenos Aires, 2011-02-24

miércoles, 23 de febrero de 2011

EL EQUIPO DE ATENCION DE VIOLENCIA DE GENERO EN LA ONG Y LAS NUEVAS POLÍTICAS DE INVERVENCION

- EL EQUIPO DE ATENCION DE VIOLENCIA DE GENERO EN LA ONG Y LAS NUEVAS POLÍTICAS DE INVERVENCION


Las ONGs de mujeres fueron pioneras en el país en la asistencia de la violencia que sufren ( las mujeres) en base a su género. El modelo de abordaje fue asimilado más adelante por el estado. Sin embargo, aún falta mucho para el logro de una asistencia integral y eficiente.
Existen fenómenos subyacentes, de tipo representacional y simbólico que obstaculizan su tratamiento de manera integral. La subestimación teórica y política respecto de este tema y su banalización, incide generando un trasfondo de riesgo para consultantes y profesionales.
Subsiste un marco global de carencias de todo tipo (estadísticas, campañas, refugios, redes de atención) y esta situación sigue inclinando buena parte de las expectativas de abordaje sobre los espacios asistenciales de las ONG, las que aún contando con valioso material humano especializado, funcionan de manera precaria por falta de apoyos de todo tipo, tanto público como y privado
a) Las representaciones subjetivas en el espacio asistencial.
Se pueden detectar algunos registros perceptuales de las integrantes de la ONG respecto a la misma y al marco general del proceso de la atención.
- Registros subjetivos respecto de las presiones y demandas diversas (institucionales, económicas, de las consultantes, de la justicia, de las escuelas etc.).
- Percepciones respecto de los grados de afectación por las bajas condiciones de seguridad de contexto.
- Registros internos silenciados de desamparo, fragilidades correspondientes a la falta de recursos generales respecto de la atención, en la medida en que se funciona como “la parte por el todo necesario para asistir” (por ejemplo no hay vigilancia y las parejas violentas pueden merodear por la zona).
b) De la historia
En los ochenta, el trabajo a pulmón de las ONGs que asistían la violencia doméstica se surtía de una masa de trabajos críticos referidos a las hipótesis del psicoanálisis tradicional, producciones académicas que incorporaban nuevas visiones sobre la construcción de la subjetividad de las mujeres. El trabajo voluntario, motorizado por utopías - crear un mundo más justo y democrático para los géneros- daba legitimidad, en tanto las profesionales se sostenían económicamente con el propio trabajo privado de sus consultorios. Había mucho por hacer para “sensibilizar y concientizar en el tema”. En ese punto del transcurrir-se, teoría y práctica no presentaban contradicciones. La violencia de género era uno de los emergentes más claros de un ancestral poder patriarcal que debía ser develado, descubierto y denunciado.( Este poder patriarcal estaba, por supuesto) , afuera de la ONG. La tarea era otorgadora de sentido y legitimación tanto a la organización como a sus integrantes.
Los tiempos han cambiado, las “góndolas posmodernas” ofrecen ahora muchas teorías alternativas, ni tan totalizadoras ni tan tersas, pero, como no podría ser de otro modo, quiebran el dogmatismo de lo Unívoco. Cierta dosis de desconcierto es inevitable.

c) ¿Qué nos sostiene ahora?
El fenómeno de la atención de la violencia de género al interior de una ONG no ha sido mayormente estudiado. Nos referimos a variables en juego, obstáculos y transformaciones, contexto y condiciones de producción de las tareas. Tampoco se han descripto suficientemente los esfuerzos cotidianos para sobrevivir por parte de estos grupos de trabajo con tareas dirigidas a la comunidad.
Mis apuntes e interrogantes provienen de una constante observación de diferentes conflictivas emergentes durante décadas de trabajo y pertenencia a una ONG, cambios y transformaciones, malestares, fracasos, obstáculos, desánimo y esperanzas, sobre todo, un elemento algo enigmático en este mundo en el que el mercado reina: la magia que conserva el trabajo en función de la comunidad, sublimación que encierra una capacidad reparatoria hacia quien lo ejerce a veces incomparable. El transcurrir al que hacemos referencia es semejante al de muchas ONG con una estructura similar a la nuestra.
¿Cuáles son los sustentamientos subjetivos de las profesionales psicólogas para ejercer la pesada tarea de lidiar con el horror y lo siniestro en un marco de desestimación política del tema, falta de retribución económica y de recursos?
¿Cómo se sobrevive material y subjetivamente en un escenario donde las ONG se transforman, - y habrá que reflexionar sobre este impacto en general y en lo particular- recibiendo aportes financieros que no subsidian estas prestaciones sino otras?
¿Cuál la mística del ejercicio profesional en las ONGs en el marco de los cambios de escenarios sociales y políticos?
Los cambios en el campo teórico-político del abordaje de la violencia de género relegaron a la atención de la violencia de género desde un “serlo todo”, asistencia más capacitación, a un núcleo enquistado, anacrónico y carente de interés para la dirección de la institución como a las otras instancias extrainstitucionales, gubernamentales y privadas. El personal, aunque capacitado, muestra diferencias en la formación específica que de pronto, por esas razones del mercado de posibilidades de acción, resultan “inadmisisbles”. Las terapeutas son viejas concubinas de harén hoy relegadas a una nada, ni se considera la experiencia acumulada, ni los aprendizajes realizados en el camino; son como “cristianos conversos”, nunca legítimos.
Entendemos que si no se analiza el contexto actual en la ONG y la inserción del grupo de trabajo de asistencia dentro de las nuevas variables: los procesos de gestión extra institucional, que de pronto sí aceptan incursiones “oportunistas” que aprovechan el prestigio de la institucional para montarse sobre él, sobre la base de “ saber gestionar”, prestigio logrado por todo el conjunto o colectivo de trabajo. Esto genera una situación de injusticia y desconsideración que a su vez, obliga a las legítimas trabajadoras a adherirse al viejo modelo de “lo privado” del que salimos cuando legitimamos la vía institucional como modelo válido para el abordaje del tema. A la devaluación que trae la mujer víctima se suma la de sus terapeutas.
Frente a los conflictos intra- institucionales, uno de los recursos que aparece es volver a las bases históricas fundacionales, a la manera de un caracol se repliega su capacidad de visión y prospectiva; la flexibilidad de poder adecuarse y ser reconocida en esa flexibilidad en torno a la aceptación política de las acciones (trabajar como psicóloga en terreno en los proyectos, ser incluida, los proyectos en terreno no suelen incluir asistencia) se recurre a las variantes históricas que otorgaron sentido de existencia ; se trae a la memoria el “aspirar a lo que fuimos” o sea, siempre “arde la antorcha del voluntariado”, manteniéndose una cuota de idealización en la “entrega altruista”, valor típico y ancestral del estereotipo femenino tradicional.
Conviven en el “escenario representacional y simbólico de la ONG “ las prácticas de las voluntarias de otrora”, la asistencia gratuita, el discurso psicoanalítico, su lenguaje, su meritocracia y sus emblemáticas; las representaciones de la práctica privada; la memoria militante; las angustias derivadas por requerimientos técnicos de los proyectos participativos; polémicas sobre quienes pueden o están habilitadas para desarrollar acciones, posturas institucionales que deben volver a repensarse.
En los ochenta se adhería al “borramiento de fronteras” de las diferentes especializaciones humanísticas. Hoy se le opone una no muy explícita demanda de tecnología y /o tecnocracia que exigen los financiadores internacionales de proyectos etc. O sea, las integrantes de una ONG se encuentran inmersas en un verdadero “cajón de sastre”, en el que algunas, son las que se integran a los proyectos financiados y las otras el” quiosco” de la institución, trabajando en forma gratuita o por honorarios mínimos , realidad contraria a sus propias concepciones.
Este escenario es un genuino generador de stress y alta conflictividad, ocasionando verdadero sufrimiento en los integrantes del equipo, al que se suma la atención la violencia, el contacto con el horror y lo siniestro.
d) Entre cambios y discursos.
El manejo de recursos económicos pone en evidencia grietas anteriores emanadas, entre otras, de una línea de tensión entre la pertenencia institucional “ponerse la camiseta de la institución” y el desarrollo profesional individual.
Este conflicto no se presenta en el líder fundacional. El o ella “son” la institución y vehiculizan los procesos de gestión, por lo tanto, “oportunidades para la institución” son “oportunidades para el líder” y viceversa.
La pertenencia con carácter de exclusividad, era un requisito que podía soportarse cuando el sostenimiento económico de las prestadoras lo daba la actividad privada - lo que tampoco fue suficientemente evaluado- las utopías exigían sacrificios y concesiones. Para las nuevas integrantes no resulta tan difícil sostener pertenencias simultáneas con otros agrupamientos profesionales, académicos, clínicos etc. – Cosa impensable para las “viejas integrantes”, que se iban a pique con el barco si éste se hundía - A la ONG se la llamaba “Institución, aún cuando el perfil no diera para ello - como “distinto al contexto del ámbito privado”. Otras diferencias “de cuño generacional” responden a procesos diversos de formación teórica y teórico- técnica. De pronto, podemos descubrir que llamamos a las mujeres que sufren maltrato como “consultantes o usuarias” del sistema y hallar que otra integrante las llama “las pacientes”. En este caso se están usando y superponiendo concepciones diferentes para nominar la tarea que se ejerce.
Las contradicciones emergentes de los cambios en las cuestiones institucionales, da lugar, a veces, a formas anárquicas y contradictorias como por ejemplo: se emplea una lógica cooperativa y participativa en los intercambios verbales y en las gestiones interinstitucionales, se expresa una valoración individualista y personalista de los logros de que se deben al conjunto. El doble discurso se generaliza. Se incrementa el uso del “nosotros” al tiempo que se suceden las actitudes y contactos “inconsultos”. Estos mecanismos evidencian obstáculos hacia una acción deseable y justa para los integrantes, se exige espíritu solidario un marco cambiante y discrecional de oportunidades para cada integrante.
Buena parte de la energía libidinal destinada al trabajo específico se ubica en la ONG en la preocupación para subsistir. Aún cuando los recursos humanos profesionalizados lleven años de experiencia en el tema -que manejan con solvencia teórica y técnica y una pertenencia institucional sólida-, esto no significa que estén preparados, capacitados o habilitados por su quehacer específico para transitar los andariveles de los procesos de gestión. La historia y/o el direccionamiento de la política institucional en la ONG las coloca por fuera de la práctica de la autonomía para la generación de contactos extra-institucionales. Las nuevas integrantes, en cambio, suelen motorizar estas gestiones con mayor movilidad y habilitación personal y llevarlas a la ONG. Luego, se necesitará rediseñar las participaciones del conjunto con referencia a los nuevos aportes. Los conflictos al interior del equipo pueden centrarse en las diferencias de poder que se establecen y de "privilegios" simbólicos y o reales que se manifiestan a partir del hallazgo de recursos o facilitaciones...
Con el ingreso de subsidios o fuentes de financiamiento, se produjeron fragmentaciones al interior de los equipos y se hizo necesario elaborar los sentimientos de discriminación o exclusión y el reconocimiento de diferencias entre los miembros. Ese momento corresponde a “las luchas fratricidas” [3]. El desempeño creativo y la propia valoración se afectan por el malestar institucional que generan las transformaciones; la fragmentación puede ser la resultante de las luchas internas y la competitividad.
La eficiencia en la capacidad de gestión otorga crédito y facilitaciones personales operando en la estructura en forma de cuño sobre los emprendimientos del conjunto, dejando afuera de iniciativas, de información y de tareas a buena parte de los equipos. La capacidad de gestión, en la tensión Sujeto/Grupo triunfa sobre el enaltecimiento del altruismo de otrora y pierde relevancia la calidad de las prestaciones.

e) Heroínas en la trinchera
La falta de marcos de apoyo externo e interno de la tarea asistencial fomenta el aislamiento del grupo de las prestadoras, provoca un reforzamiento de la concepción de “heroicidad en la trinchera” de lo asistencial y de resignación en la lucha por mejores condiciones, entre ellas, eliminar el riesgo objetivo de consultantes y prestadoras.

f) Recomendaciones. Las prácticas saludables.
1) Un equipo de atención de la violencia de género que asiste desde una ONG debe analizar permanentemente sus condiciones objetivas y subjetivas de existencia, su ideología y marco teórico al interior de la institución y su relación con otros sectores de la misma revisando sus competencias, deberes y derechos, el interjuego de roles, ideales, metas, historia, expectativas pasadas y presentes.
2) El reconocimiento de factores de contexto silenciados y sus efectos: “la parte que se brinda no es el todo que se necesita”.
3) La uniformidad de criterios de funcionamiento se debe reflejar en el uso de un protocolo consensuado.
4) Las diferencias personales y conceptuales son probables fuentes de crecimiento para el grupo de trabajo
5) El ejercicio de la producción teórica y técnica protege de efectos nocivos del “heroísmo en la trinchera”.
6) La conducción debe estimular las fortalezas, iniciativas y creatividad y promover la salida del aislamiento individual y/o colectivo que suele revestirse de omnipotencia.
7) Los equipos de trabajo deben realizar análisis periódicos con un analista psicólogo institucional para preservar a sus integrantes, elaborar los cambios y contener el stress que el mismo funcionamiento genera, fomentando la creatividad del grupo de trabajo.

Lic. Clelia Bercovich
Coordinadora Área de Salud Mental
Fundación Alicia Moreau de Justo